martes, 14 de abril de 2015

13 de Abril de 2015

Me desperté con unos mates que me pasó mi vieja. Hacía mucho que no dormía en la casa de mamama, pero el médico de Tupac queda a cuatro cuadras. El mate amargo es el mejor despertador en toda la humanidad pensé. 
En una de las mesitas habían varios libros y yo encontré Las Venas y tuve el tiempo de re leer mientras Tupac se despabilaba el último capítulo. 

Es mucha la podredumbre para arrojar al fondo del mar en el camino de la reconstrucción de América Latina. Los despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos sí, en sus manos, la tarea. La causa nacional latinoamericana es ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo habrá que empezar por derribar a sus dueños, pais por pais. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres.

Me llevé el libro a la sala de espera y mientras el Tupi se me dormía sobre las hojas lo aparté y pensé en la fuerza, en la furia, en la pasión con la que se escribieron esas paginas. Galeano diciendo verso a verso esto paso, golpe a golpe, esto pasó, verso a verso esto pasó. No importaba un carajo la forma, sino la verdad. Esto pasó, nos saquearon.
Me salto el corazón imaginando este libro en unos años como texto obligado en el secundario. 

Despues del día largo, llegué a casa en la siesta y me enteré. Había muerto el mejor de todos, el más grande, el que escribió la nueva biblia de la Patria Grande.
Había muerto el escritor más VERDADERO en la historia, hasta el hoy.

Frustrada fantaseando con ser una Señorita Bien

A veces, cuando estoy deprimida u obsesionada con lo que se supone es un fracaso, que puede ser desde la mancha en el guardapolvo de mi niño hasta la caída de un plan de años o cuando me acuerdo de las veces que dejé mi corazón en las manos de un apostador de cualquier carajo como juego de burros o de la yerba peperina con tal de no trabajar o de las veces que no mandé al carajo a un montón de papudas y papudos a la madre que los pario papudamente; esas veces es cuando me imagino que bien me hubiera ido si hubiera sido una señorita bien. Bien caretita, porque no hay otra forma de ser una señorita bien. Caretitas que no se hicieron a mi medida. Ay por favor si pudiera dejarme una pegadita o pintadita aunque sea un rato, me hubiera ido tan bien. Ya me han dicho varias veces los que me quieren bien, bien caretita, que porque no me quedo más calladita. Más calladita. Eso es importante para ser una señorita bien. Y yo no le rompo las pelotas a nadie pienso, si yo vivo callada metida en mis luminosas ideas o mis cuelgues delirantes o mis fantasmas chorreantes de horror. Pero ando en la mía. Porque me tengo que quedar más callada si yo no hago proselitismo con mis ideas, que bien mías son y bien mías me las quedo. Más callada de que. O ¿Cómo? Entonces ahí me doy cuenta que el calladita es no decir lo que se piensa sino lo que se espera. Y ahí se me despinta la florcita rococó del cachetito rosadito.  Y se me cae a la mierda el tulcito de ojos pestañosos y pudorosos. ¡Carajo!  Como es que no me clavaron una sola puta caretita, la puta madre. Y estas señoritas que andan con miles de cientos que ni ellas saben cómo mierda les luce la piel. Porque algunas tanto y a otras tan poco.  Y me da la furia de no ser Señorita. Por la re concha de mi madre. Y ahí voy yo cada vez menos señorita, enrojecida de ganas de partirle un batazo al que me quiere calladita.

Uf, respiro. Miro el río. Al agua que ríe de mí en las piedritas no le importo. El agua ríe del sol. Ríe de los pescaditos. Ríe de los reflejos  y de mis pies gorditos con pelos en el dedo gordo. El río ríe y yo me río del  río y me lavo la cara.