En los camarines había un demonio y yo supe durante el sueño, que si había un diablo también podía haber un ángel que me cuidara. Instantáneamente un joven de jean y ojos celestísimos me acompañó mientras yo intentaba salir
Llegué hasta la parte trasera de una escalera de cemento. Hacia abajo un precipicio, y en frente una pared.
¿Como seguir? Era "imposible". El ángel me tomó la cara, posó sus ojos de cielo frente a los míos, una sensación de confianza y amor infinitos habían en ellos, y me dijo sonriendo:
"Cuando veas una pared, atravesala"
En ese exacto momento me desperté. Mi anillo de amatista que siempre está en la mano izquierda, estaba en la derecha, en el dedo pequeño. Permanece allí como recordatorio de las palabras del ángel:
"Cuando veo una pared, la atravieso" No intento escalarla (esfuerzo) No me detengo. No hago de cuenta que no está allí. Respiro y continúo.
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