sábado, 30 de agosto de 2008

La nieve

La nieve cae lenta para que recuerdes que el tiempo es una ilusión, que no existe la gravedad, que las leyes de la tierra estan en nuestro interior. Es nuestro ritmo el que define la prisa con que el tiempo corre, es la liviandad de nuestro espiritu la que define la gravedad de la vida.

La nieve es blanca y en su ausencia de cromas despeja la mirada, nos conecta con el vacío. En el blanco como en la luz estan contenidos en su perfecto equilibrio todos los colores del universo. La nieve es blanca para que recuerdes que solo en el vacío te encuentras con tus infinitas potencialidades, con la verdadera dimensión de tu ser.

La nieve es un todo compuesto de partes, cada uno de sus cristales es unico e irrepetible, pero un solo cristal aislado no puede sobrevivir. La nieve se desmembra y se unifica en copos para que recuerdes que nunca estas solo, que tu existencia siempre esta ligada a la del Todo.

La nieve es silenciosa porque su belleza surge del Ser. El ser es eterno e inmutable y las palabras son solo una manifestación limitada de este. La nieve es silenciosa para que recuerdes que unicamente en el silencio uno es capaz de escuchar su corazon.

La nieve es hoy tu maestra, se entrega a vos en su magnifica belleza para darte asi su sabiduría, que es tu sabiduría, que es mi sabiduría, que es la Verdad.

El Amor es La Verdad.

1 comentario:

Javier Aguirre dijo...

Mientras nieva los sonidos del afuera se esponjan, puedo escuchar un poco más adentro de mí mismo.
Los millones de copos que sobrevuelan a una apenas perceptible velocidad me invitan a flotar con ellos en el aire, suspendidos desorientan al espectador que también ama a la lluvia y está acostumbrado a su caída vertiginosa y sonora. Entonces la vista amplía su encuadre y adquiere una visión totalizadora, de repente uno es parte de esas partículas en movimiento que atraviesan el espacio con gracia y desparpajo a la vez, me convierto en parte que danza a un ritmo que nace de la mismísima columna vertebral y me despega del suelo, vibrando detenido en un espacio-tiempo propio y general a la vez.
El copo de nieve se resiste a la gravedad, desde su condición hace todo lo posible para no estar en la Tierra (¿cómo no entenderlo?!), y cuando finalmente eso ocurre el copo de nieve, que en el camino se hermanó con otros para ofrecer la mayor resistencia a la caída conformando fascinantes formaciones, se posa levemente en el suelo, casi sin hacer ruido, como para que nadie se entere de su llegada, si tuvo que aterrizar que nadie lo sepa; ya abajo se entrega a los otros a que se posen sobre su consistencia.
Mientras esquío la nieve me mantiene despegado de la Tierra, mientras más honda la nieve más centímetros estoy despegado del suelo, y mientras más rápido me deslizo sobre ella, más patente es la sensación de que puedo volar. Ritmo y balanceo, velocidad, el viento en la cara, si tan solo pudiera desplegar las alas que ya no tengo… (tal vez porque ya no me hacen falta)
La nieve es mi amante, como tuyo es el viento, y juntos nos aman, indisolublemente juntos.