jueves, 21 de mayo de 2015
Tabla de Esmeralda
Verdadero, sin falsedad, cierto y muy
verdadero: lo que está de abajo es como lo que está
arriba,
y lo que está arriba es como lo que está
abajo,
para realizar el milagro de la Cosa Unica.
Y así como todas las cosas provinieron del
Uno, por mediación del Uno,
así todas las cosas nacieron de esta Unica
Cosa, por adaptación.
Su padre es el Sol, su madre la Luna,
el Viento lo llevó en su vientre,
la Tierra fué su nodriza.
El Padre de toda la Perfección de todo el
Mundo está aquí.
Su fuerza permanecerá íntegra aunque
fuera vertida en la tierra.
Separarás la Tierra del Fuego,
lo sutil de lo grosero,
suavemente,
con mucho ingenio.
Asciende de la Tierra al Cielo,
y de nuevo desciende a la Tierra,
y recibe la fuerza de las cosas superiores y
de las inferiores.
Así lograrás la gloria del Mundo entero.
Entonces toda oscuridad huirá de ti.
Aquí está la fuerza fuerte de toda fortaleza,
porque vencerá a todo lo sutil
y en todo lo sólido penetrará.
Así fue creado el Mundo.
Habrán aquí admirables adaptaciones,
cuyo modo es el que se ha dicho.
Por ésto fui llamado Hermes Tres veces
Grandísimo,
poseedor de las tres partes de la filosofía
de todo el Mundo.
Se completa así lo que tenía que decir de la
obra del Sol.
miércoles, 20 de mayo de 2015
¿Por qué vuelvo?
¿Por qué vuelvo
alma mía? Si acá duele todo tanto. Me muero y me muero siempre. Recibo el golpe
metálico o la húmeda y oscura angustia o peor aún el roer de polillas.
¿Por qué vuelvo
alma mía? Si aquí perdura el espanto y yo soy tan sólo un rayo diáfano.
A veces, detesto
mi esperanza crónica, mi cursilería amorosa, la incandecencia propia. ¿Será por
ellas que vuelvo?
Como el sol
repito albas y ocasos en partos de muchas vidas.
¿Por qué vuelvo
alma mía? Si este mundo no sabe más que humillarme, impedirme con calificativos
la libertad, tajearme por dentro.
Por dentro, como
cortaron a Violeta, a Alejandra y a Alfonsina. Por ellas escupo mil veces a los
pies del patriarcado voraz.
¿Por qué vuelvo
alma mía? ¿Por qué padezco de esta tenacidad de amar?
Esta noche te
prometo algo y te exijo me lo jures
Prometamos nunca
más regresar.
Nos encendamos
para ser la luz presente en todas las cosas.
O mejor aún, en
las cosas que admitan mi luz.
martes, 14 de abril de 2015
13 de Abril de 2015
Me desperté con unos mates que me pasó mi vieja. Hacía mucho que no dormía en la casa de mamama, pero el médico de Tupac queda a cuatro cuadras. El mate amargo es el mejor despertador en toda la humanidad pensé.
En una de las mesitas habían varios libros y yo encontré Las Venas y tuve el tiempo de re leer mientras Tupac se despabilaba el último capítulo.
Es mucha la podredumbre para arrojar al fondo del mar en el camino de la reconstrucción de América Latina. Los despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos sí, en sus manos, la tarea. La causa nacional latinoamericana es ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo habrá que empezar por derribar a sus dueños, pais por pais. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres.
Me llevé el libro a la sala de espera y mientras el Tupi se me dormía sobre las hojas lo aparté y pensé en la fuerza, en la furia, en la pasión con la que se escribieron esas paginas. Galeano diciendo verso a verso esto paso, golpe a golpe, esto pasó, verso a verso esto pasó. No importaba un carajo la forma, sino la verdad. Esto pasó, nos saquearon.
Me salto el corazón imaginando este libro en unos años como texto obligado en el secundario.
Despues del día largo, llegué a casa en la siesta y me enteré. Había muerto el mejor de todos, el más grande, el que escribió la nueva biblia de la Patria Grande.
Había muerto el escritor más VERDADERO en la historia, hasta el hoy.
En una de las mesitas habían varios libros y yo encontré Las Venas y tuve el tiempo de re leer mientras Tupac se despabilaba el último capítulo.
Es mucha la podredumbre para arrojar al fondo del mar en el camino de la reconstrucción de América Latina. Los despojados, los humillados, los malditos tienen, ellos sí, en sus manos, la tarea. La causa nacional latinoamericana es ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo habrá que empezar por derribar a sus dueños, pais por pais. Se abren tiempos de rebelión y de cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres.
Me llevé el libro a la sala de espera y mientras el Tupi se me dormía sobre las hojas lo aparté y pensé en la fuerza, en la furia, en la pasión con la que se escribieron esas paginas. Galeano diciendo verso a verso esto paso, golpe a golpe, esto pasó, verso a verso esto pasó. No importaba un carajo la forma, sino la verdad. Esto pasó, nos saquearon.
Me salto el corazón imaginando este libro en unos años como texto obligado en el secundario.
Despues del día largo, llegué a casa en la siesta y me enteré. Había muerto el mejor de todos, el más grande, el que escribió la nueva biblia de la Patria Grande.
Había muerto el escritor más VERDADERO en la historia, hasta el hoy.
Frustrada fantaseando con ser una Señorita Bien
A veces, cuando
estoy deprimida u obsesionada con lo que se supone es un fracaso, que puede ser
desde la mancha en el guardapolvo de mi niño hasta la caída de un plan de años
o cuando me acuerdo de las veces que dejé mi corazón en las manos de un
apostador de cualquier carajo como juego de burros o de la yerba peperina con
tal de no trabajar o de las veces que no mandé al carajo a un montón de papudas
y papudos a la madre que los pario papudamente; esas veces es cuando me imagino
que bien me hubiera ido si hubiera sido una señorita bien. Bien caretita,
porque no hay otra forma de ser una señorita bien. Caretitas que no se hicieron
a mi medida. Ay por favor si pudiera dejarme una pegadita o pintadita aunque
sea un rato, me hubiera ido tan bien. Ya me han dicho varias veces los que me
quieren bien, bien caretita, que porque no me quedo más calladita. Más
calladita. Eso es importante para ser una señorita bien. Y yo no le rompo las
pelotas a nadie pienso, si yo vivo callada metida en mis luminosas ideas o mis
cuelgues delirantes o mis fantasmas chorreantes de horror. Pero ando en la mía.
Porque me tengo que quedar más callada si yo no hago proselitismo con mis
ideas, que bien mías son y bien mías me las quedo. Más callada de que. O ¿Cómo?
Entonces ahí me doy cuenta que el calladita es no decir lo que se piensa sino
lo que se espera. Y ahí se me despinta la florcita rococó del cachetito
rosadito. Y se me cae a la mierda el
tulcito de ojos pestañosos y pudorosos. ¡Carajo! Como es que no me clavaron una sola puta
caretita, la puta madre. Y estas señoritas que andan con miles de cientos que
ni ellas saben cómo mierda les luce la piel. Porque algunas tanto y a otras tan
poco. Y me da la furia de no ser
Señorita. Por la re concha de mi madre. Y ahí voy yo cada vez menos señorita,
enrojecida de ganas de partirle un batazo al que me quiere calladita.
Uf, respiro. Miro
el río. Al agua que ríe de mí en las piedritas no le importo. El agua ríe del
sol. Ríe de los pescaditos. Ríe de los reflejos
y de mis pies gorditos con pelos en el dedo gordo. El río ríe y yo me
río del río y me lavo la cara.
lunes, 16 de marzo de 2015
A Ivana
“Hablo de mí,
cualquiera se da cuenta, pero ya llevo tiempo (siempre tiempo) sabiendo que en
mí estás vos también…” Ándele, Julio Cortázar.
No
veo bien la primera vez que la ví. De ese tiempo recuerdo el color de las personas y ella era de color celeste, un celeste idéntico
al manto de la virgen de la medalla milagrosa. La que tiene rayos en las
manos. La que está descalza pisando la
serpiente. Esa.
Aunque
el celeste de Ivana se volvía luminoso y traslúcido en los bordes hasta convertirse
en transparente y corpóreo como el agua.
Además de su color aún conservo una imagen. Parece una estampita, o mejor,
una foto de Fernando Birri o una foto que a mí me hubiera gustado pedirle a él
que sacara para mí.
Ivana
está apoyada en una de las paredes descascaradas del Patio del Hogar San Luis
Gonzaga. A veces la pared es gris con manchas de humedad y un reboque grueso
sin acabar. Otras veces, le asoman ladrillos rojizos. Ella siempre está apoyada
en esa pared, con una pierna levantada. Viste un equipo de gimnasia, azul,
marca adidas, zapatillas topper y una remera de algodón blanca que deja
entrever, muy a su pesar, los pechos nacientes. Tiene el pelo corto y castaño.
Es evidente que se lo ha cortado sola porque ningún mechón empareja con el
continuo. Como Juana de Arco, Clara de Asís, Sinnead O Connor. Todas se
cortaron el pelo solas y a solas, no existen muchas complicidades para la
libertad de mujer. Aunque Ivana en verdad, no quería ser mujer.
-¿Cómo
te llamás?
-
Ivan me llamo.- Me había dicho con la pera levantada y la mirada directa,
desafiando cualquier gesto mío de duda. La hermana Irene sin prestarle atención
continuó con mi presentación frente al grupo de niños. Después esa tarde,
cuando servíamos la merienda alguien me susurro “La violó el padrastro. Viven
ocho en una sola piecita de chapa”
Era
1996, yo tenía quince años y militaba en la Acción Católica. En el Barrio
Pueyrredón los jesuitas tenían entre otras obras la del Comedor del Hogar San
Luis Gonzaga, donde las hermanas y los voluntarios que nos sumábamos dábamos
apoyo escolar y merienda a los niños del Bajo de la Barranca Yaco. Las hermanas
que eran cuatro y que años después se cagaron de hambre y frío, no usaban
velos. Tenían el pelo cortísimo como la Ivana, como Clara, como yo, y se
vestían con un delantal de jean. Las monjas de mi escuela que sí usaban velos
(y que jamás se cagaron de hambre) imaginaban que yo sería una de ellas. Pero
yo no, yo me hice malísima y atea. Nunca me pude perdonar haberles hecho rezar
el Ave María antes de comer, como un método extorsivo. El sistema era: primero
la tarea, después el ave maría y al final, siempre al final, la comida. La hermana Gloria tenia razón
cuando decía que si les dabamos primero la comida se iban sin hacer la tarea. Igual
no era justificación suficiente para intercambiar comida por fe. Escupo sobre
el piso.
La
Virgen Madre. Esa paradoja imposible de realizar que nos enseñaron a Ivana y a
mí durante dos mil años. Nosotras que ni siquiera estábamos en gracia. Su plan
era más eficiente que el mío, había resuelto con once años hacerse varón, yo
con quince suspendía la brutal realidad viajando en el mismo éxtasis que Santa
Teresita.
A
veces, frente a la estatua de la medalla milagrosa con el piso y las columnas
de mármol y la luz del ventanal a la
derecha, donde al fondo un pino se mecía para hacer danzar al sol, yo me
olvidaba que era yo. Una vez la Azucena que me amó como una abuela me dijo que
nunca había podido ser católica porque el olor a velas le daba naúseas.
Opuestamente yo fui católica por un motivo igual de simple: la luz blanca de
ese ventanal en el mármol.
En
cambio Ivana ni siquiera decía amen. Se quedaba estoicamente mirándome con los
ojos punzantes y el rostro hacia el costado. Tampoco hacía la tarea, eso sí:
comía siempre mucho. Yo quería ser su amiga, porque me imaginaba que ser su
tocaya tenía que significar algo importante. Era una coincidencia que me
obligaba a ser su amiga, a caerle bien, a encontrar algún tipo de afinidad. No
costó mucho tiempo para que me empezara a querer.
-¡Seño!
Gritaban enloquecidos los niños cuando me los cruzaba en cualquier lugar del
barrio. Desde la villa hasta el Hogar en zona residencial habían tranquilamente
treinta cuadras. Era más que habitual encontrármelos en grupos de cinco a diez
camino al comedor. Corrían y se tiraban encima. En una competencia por quien me
abrazaba más fuerte. Regularmente me tiraban al piso, regularmente me sacaban
el aire a abrazos.
-
Seño –Seño -Seño
Y
yo quería ser la madre de todos, con dolor y retorcijones en el útero. Así de
cierto quería ser la madre de todos y sobre todos de ella que solamente tenía
cuatro años menos que yo. Y también quería matar a los que los miraban mal,
también quería cagarme a trompadas con los que decían negros de mierda. Quería
matar a los chetos.
Y
no pude evitar el destino trágico de ser una cheta más. Cuando terminé el
secundario me fui de intercambio cultural a Estados Unidos y después a estudiar
cine y le perdí el rastro. Y me quedó la culpa como a todo buen católico. No se
que me das más asco, si eso o la caridad.
Años
después cuando tenía dos hijos y estaba de vuelta en Córdoba, me lo encontré al
Fernando en un asado, le prohibí decirme seño y nos pusimos en un pedo de vino tinto. Casi
todos mis favoritos, la Celeste, la Ivana y él habían salido de la villa y
estaban en el Barrio. Ella se había juntado con un viejo de más de cincuenta y
tenía un bebe. Era una moquera, pero ahora no, decía el Fer y también decía que
el viejo estaba enamorado de ella. El viejo era un armenio, pero el Fer se
acordaba solamente que el apellido terminaba con ian.
Lloré
mucho esa noche, me gustó que el Fer dijera que para él yo era un ángel y que
el estaba enamorado de mí y de mis hermanas. El Fer dijo que yo le había hecho
sentir amor y supongo que por esa noche, por el vino tinto, me perdoné hacerles
rezar que Dios te Salve María.
No
supe nunca más nada de la Ivana. La Ivana que se salvó. La Madre y la Virgen.
Porque hay dignidades que son inquebrantables y no se negocian, ni por hambre,
ni por temor.
domingo, 22 de febrero de 2015
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